Salir del teatro saboreando una historia sumamente contundente, con la sensación de sorpresa, con la comezón porque sabemos que esas cosas pasan, con el regusto que deja una buena obra de teatro, eso pasa después de ver El plan.
Tres amigos desempleados se reúnen para ejecutar un plan
y, mientras esperan a que se arregle la avería de un coche, asistimos a la
caída de sus máscaras, a su último carnaval juntos.
Los personajes de El plan podrían parecer sacados de una
película de Woody Allen; pero los diálogos (trepidantes e ingeniosos) recuerdan
más a Tarantino: de la pequeña intrascendencia se crea una bola que amenaza con
desbaratar la precaria armonía entre los protagonistas. Y ante eso, la
hecatombe: ¿somos ejecutores o víctimas de nuestro destino?
Una obra alejada de florituras conceptuales
y líricas. Un escalofriante ejercicio de narración que mantendrá al espectador en tensión, con la sensación de que no esta ocurriendo nada , pero esta
ocurriendo todo.
El teatro deja de ser teatro, los personajes dejan de ser
personajes, el espectador deja de ser simplemente un espectador y en un
instante se encuentra en medio de una reunión de amigos tan real como la vida
misma, con personas cotidianas y normales,con los mismos problemas, los mismos
miedos y las mismas inquietudes que cualquiera de nosotros y eso, hace de El Plan una experiencia intensa y natural.
Ignasi Vidal tiene la culpa de este guión que atrapa y de una dirección que hace del trabajo de Manuel Baqueiro, Chema del Barco y Javier Navares una delicia para el espectador.
En el Teatro Pavón Kamikaze, consultar horarios y entradas en la web: www.teatrokamikaze.com
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