Roberto Bolaños reclama un espacio, con la misma profusión
que lo hace la vida sobre el derecho a respirar. Usa las tablas del Teatro de
La Abadía para plantear la necesidad de tener brillo personal, para crear con
la libertad de los no convencionales. Con el discurrir de las palabras que
hacen la propuesta, en El policía de las ratas se genera la necesidad de
identificarnos con José (“aunque la gente me llama Pepe el Tira”), con su
trabajo, con las búsquedas y la sordidez del resultado.
Andreu Benito y Joan Carreras ponen en pie la verdad oculta:
nos reconocernos distintos. Todos tenemos un lugar donde reconocer nuestras
diferencias, donde guardamos un verso. Esta adaptación de Àlex Rigola es un
eslabón de la cadena personal que nos resistimos a descubrir. Para Bolaños, El
policía de las ratas, “es una historia detectivesca sobre la diferencia y el
arte”, porque “lo individual, lo raro y lo extraño deben existir frente al
colectivo”.
Hasta el 23 de febrero, en La Abadía, la puerta está abierta
para subir, los escabrosos peldaños que llevan al recinto personal.
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